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El 16 de noviembre se celebra el Día Internacional del Patrimonio Mundial, que conmemora la firma de la Convención para la conservación y protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural, adoptada por la conferencia general de la UNESCO en su XVII reunión, el 16 de noviembre de 1972. La Convención, que ganó impulso gracias a la experiencia de colaboración internacional para salvar los templos de Abu Simbel en Egipto por la construcción de la Presa Alta de Asuán, definía el patrimonio como los monumentos, conjuntos o lugares con “un valor universal excepcional, desde el punto de vista de la historia, del arte o de la ciencia”.

Desde aquella firma, el concepto de patrimonio cultural ha evolucionado poniendo cada vez más el foco en el grupo social y cultural que otorga valores simbólicos a sus creaciones. Hoy reforzamos la singularidad del patrimonio que cada grupo decide conservar como reflejo de su identidad y su memoria colectiva, y que cumple una función, a veces práctica, otras veces emocional o estética, y nos sirve para nuestro presente y nuestro futuro. La singularidad de nuestro patrimonio se desvela cuando lo documentamos, lo restauramos, lo rehabilitamos o lo recreamos en nuestro presente.

EDUCAR EN VALORES A TRAVÉS DEL PATRIMONIO: LA EXPERIENCIA EN CHINGUETTI

El patrimonio cultural es así el producto de la conversación mantenida entre las distintas generaciones de un grupo social. Esta ha sido la clave de un proyecto apoyado por el Programa de Patrimonio para el Desarrollo de Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) para la integración del patrimonio cultural y natural como recurso didáctico en las Escuelas de Chinguetti (Mauritania). Una iniciativa con la que se busca reforzar la cooperación de AECID en la conservación del patrimonio cultural de las ciudades antiguas de Mauritania incluidas en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO por su especial conformación urbanística y arquitectónica, reflejo de las formas de vida en el desierto del Sáhara.

El proyecto se ha servido de una metodología, desarrollada por la Asociación Terrachidia, que colabora en el proyecto, para aprovechar los valores del patrimonio cultural en la educación de las generaciones más jóvenes. Todo ello para promover el conocimiento y la apreciación del patrimonio cultural local entre los y las estudiantes e impulsar su participación activa en el desarrollo sostenible de su comunidad sirviéndose de su rico patrimonio cultural y natural.

Cerca de 150 niños y niñas de cuatro colegios de Chinguetti, junto a sus respectivos directores y profesores, fueron destinatarios de la formación. A través del patrimonio, los y las educadoras trasmitieron al alumnado valores como la comprensión de su entorno y su comunidad, la conexión con el grupo, el respeto hacia los demás y la curiosidad hacia otras culturas, y potenciaron capacidades como la creatividad, la imaginación y el desarrollo social y emocional. Especialmente emotivos fueron aquellos que permitieron el diálogo y el aprendizaje con las personas mayores de la comunidad, a las que preguntaron acerca de los usos y las técnicas de los productos artesanales o de los principales lugares de la localidad.

En definitiva, este proyecto nos ofrece una muestra más de que el patrimonio cultural es, sin duda, un recurso en manos de las comunidades para potenciar sus oportunidades de generar empleo y conocimiento; y es también un medio para mostrar la riqueza cultural de nuestras sociedades, promover el diálogo y el respeto y dar valor a la diversidad.

FOTO: Proyecto para la integración del patrimonio cultural y natural como recurso didáctico en las Escuelas de Chinguetti (Mauritania) | Asociación Terrachidia